sábado, 21 de enero de 2012

Perfil de un Menor que cumple condena

El despertador de acero en la gruesa puerta que me anuncia un nuevo día, un día menos... Un despertador que me abre el pecho para sentir un aliento de libertad, una respiración más profunda que la anterior, que me relaja. Después de respirar escucho la voz que dice mi nombre, una mano que me acaricia, que me anima a no estar sólo. Sin embargo cada día es diferente. Unas veces no escucho el despertador y la voz que me susurra o que me nombra, no es la misma.

Estoy en este centro de menores desde hace seis meses, y cada día ha sido diferente, aunque sigamos una austera rutina. Con un horario estricto y bastantes normas que debemos cumplir para poder disfrutar de unos privilegíos y completar nuestra medida con un buen expediente. Es la primera vez que estoy en un centro de menores por haber cometido un delito y ser menor de edad. Tengo compañeros que han estado en otros centros, por tener medidas más largas o bien por haber tedido dictadas más medidas por un juez de menores, y se han visto volcados a repetir esta experiencia. También hay algunos educadores que han trabajado en otros centros, y otros, que al igual que yo, es su primera vez.


Mi primer día en el centro, el primer educador que me atendió veía en mi rostro la tristeza y la desolación, y me intentaba transmitir apoyo y no castigo. Eso me tranquilizó. Antes de ese primer contacto mi cabeza no dejaba de pensar en escenas horribles de castigo, pero al poco tiempo me di cuenta que no. Aunque a veces me he sentido agobiado por las normas y por todas las cosas que tenía que hacer: limpiar, estudiar, correr, escribir, pintar, dibujar, ver películas aburridas, y trabajar en definitiva en cosas que no te gustan, al menos no todas. Se trabaja mucho en un centro de menores. Pero también hay un espacio de ocio para ver la tele, escuchar música, jugar a la play, al ping-pong, y hacer deporte (eso hay a quien no le gusta, pero esta actividad es obligatoria). Por lo tanto no me fue dificil adaptarme al centro, aunque se echa mucho de menos estar en la calle, a veces tanto para algunos, que les cuesta mucho adaptarse y cumplir el programa, sobre todo chicos de mi edad que han tenido algún trauma importante en sus vidas o presentan alguna psicopatía. En mi caso no fue así. Pero yo soy sólo un caso y aquí cada menor es un caso diferente. Por favor, no nos mestáis a todos en el mismo saco. Muchas gracias!!





No hay comentarios:

Publicar un comentario