Jugar es una actividad innata en el ser humano y también en muchos animales. A través del juego aprendemos la mayoría de las cosas, por no decir todas. Sin darnos cuenta jugamos para aprender. Jugamos solos y sobre todo jugamos en sociedad. La psicología ha clasificado los tipos de juego paralelamente al desarrollo de la persona, así según la maduración empleamos un tipo u otro de juego. El juego simbólico y metafórico “como si fuera”, que nos indica que el niño es capaz de imaginar que es un personaje y capaz de dar forma y fondo a sus muñecos y objetos cotidianos.
Aprender jugando es un concepto que nos viene muy bien como herramienta para la trasmisión de valores y normas sociales, como también lo es en las aulas, como medio para motivar al estudio de nuestros alumnos e hijos. El juego es placer y en ello radica su fuerza motivadora.
También sigue siendo innato y muy recomendable en los adultos, y como dice la positiva frase, que da aliento y crecimiento a nuestras vidas: “Despierta tu niño interior”, refiriéndose precisamente a que también los adultos crecemos con el juego y aprendemos a disfrutar de la vida más plenamente. Por lo tanto, el juego es una forma de relacionarnos natural y muy ligada a lo social, al crecimiento, al aprendizaje, y sobre todo nos acerca a los valores universales de paz, igualdad y solidaridad. Juega.
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